lunes, 30 de abril de 2012

Cuentas


Apliquemos la siguiente fórmula basándonos en los siguientes principios básicos:
-Suponemos que vivimos alrededor de ochenta años, eso nos da un total de 29200 días, que son 700800 horas.
-Trabajamos alrededor de treinta y cinco años de nuestra vida (el que puede), a una media de nueve o diez horas, contando el transporte. Los fines de semana de treinta y cinco años son 3710 días, es decir, 89040 horas. Las vacaciones de un trabajador medio son de alrededor de 30 días laborales, es decir 1050 días, 25200 horas. Por lo tanto, a treinta y cinco años, tenemos que restarle 3710 y 1050, 8015 días, que por diez horas son 80150 horas de nuestra vida las que pasamos trabajando.
-Pasemos ahora al descanso diario. Si al día tenemos que dormir siete u ocho horas, eso nos sale durante ochenta años un total de 219000 horas las que pasamos durmiendo.
-Ahora tenemos que contar las comidas. Al día hacemos 5 comidas: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. Pongamos que tardamos dos horas y media al día comiendo, nos sale un total de 73000 horas.

Con todos estos cálculos, nos salen 328650 horas para nosotros, para dedicárselas a nuestras cosas y a nuestras aficiones. Todo esto sin contar los años de estudio, y sin descontar la infancia, en la cual no eras consciente del tiempo que estabas perdiendo.

¿Qué quiero decir con esto? Digo que no hay que perder el tiempo. Que solo tenemos 700800 horas para hacer todo lo que nos hemos propuesto hacer a lo largo de nuestra vida. Nunca lo olvides, cada segundo que pasa es irrecuperable. Tú sabrás en qué lo gastas

miércoles, 25 de abril de 2012

Fútbol...


El opio para el pueblo, el lápiz para un tonto, entretenimiento de monos... hay muchos calificativos para el llamado "deporte rey". Cuesta imaginar, que algo que debe ser tan indiferente para nuestras vidas, se haya convertido en un fenómeno de masas, que genera cantidades ingentes de dinero y que mueve a tantas y tantas personas.
No estoy diciendo con esto que a la gente no tenga que gustarle el fútbol, ni mucho menos. De hecho yo soy un seguidor pasivo de este deporte. Lo que veo mal, bueno no, rematadamente mal, es que se le dé tanta importancia y se anteponga el fútbol a casi cualquier cosa. Soy de los que piensan que las aficiones son eso, aficiones, y que no hay que tomar tanta parte.
En tiempos de crisis, la situación se agrava. La gente, deseosa de olvidar su situación actual, se refugia en lo único que le produce algo de placer: el fútbol. Si ni siquiera el fútbol te proporciona placer (ya sea porque ha perdido tu equipo, o porque el equipo contrario vaya mejor que el tuyo), se genera una situación tensa en el individuo, que le lleva a cometer actos realmente absurdos, dando vía libre al fanatismo.
El fútbol, al fin y al cabo es un deporte, y creo que ha perdido la esencia del deporte, es decir, desde los medios de comunicación ya no se fomenta el compañerismo, ni la deportividad, ni el hecho de hacer deporte en sí que tendría que ser un premio. Actualmente se premia el individualismo, la pillería y el ganar a toda costa sin importar los medios. Creo que nos equivocamos hace tiempo con respecto al fútbol. Es un deporte perdido con unos valores irrecuperables.
Gran parte de la culpa (por no decir toda) la tienen los medios de comunicación, que ven en la confrontación una oportunidad de ganar dinero, y nosotros les hemos dado barra libre para que actúen de la manera que les ha dado la gana, provocando a veces el odio entre aficionados.
¿Cuál es la solución a este conflicto? Quizá si el poder del fútbol se lo dieran a las personas que hacen el fútbol en vez de dárselo a hombres de negocios, es posible que se pueda recuperar algo de esencia deportiva, pero mientras que el poder del fútbol esté en manos de estos señores, el fútbol como deporte no tiene nada que hacer.

martes, 24 de abril de 2012

Consejos de mierda


Me jode que me digan lo que tengo que hacer. Es probablemente una de las cosas que más rabia me da. Nada tiene que ver con que no pueda tener un trabajo en el que tenga asignada una tarea, que al fin y al cabo, me dicen lo que tengo que hacer. Esto es diferente, es otro nivel.
A lo que me refiero es a que no me gusta que me guíen, que me controlen y que me digan lo que tengo que hacer en cada momento. Hay quien confunde los consejos con este hábito, lo cual me parece tan aberrante como ridículo. Las personas tienden a dar consejos incluso cuando no se los piden. No es que sea un imbécil, siempre intento escuchar a todo el mundo, pero me hace sentir inferior el hecho de que alguien me esté aconsejando tomar una decisión u otra cuando no le he pedido opinión.
Supongo que será una costumbre del ser humano. Por naturaleza somos curiosos con nuestro entorno, y eso puede que explique el hecho de que queramos saber lo que ocurre a nuestro alrededor y también el hecho de que nos sintamos capaces de cambiar lo que nos rodea con nuestras decisiones.
Este comportamiento no sería posible sin la ayuda de los que voy a denominar los "débiles". Débil es aquella persona que necesita la aprobación del resto de la manada para hacer o pensar de un determinado modo o de otro. Seguro que todos conocemos a la típica persona que siempre hace lo que dice la mayoría, y a la que "todo le da igual". Bien, pues el que hasta este momento esté de acuerdo conmigo, llegará a la conclusión de que el sistema actual está dictado por los "débiles" y por ende, personas a las que les gusta que le digan lo que tienen que hacer en cada momento.
Por ello, cada vez que alguien les de un consejo sin que se lo hayan pedido, no lo acepte, haga oídos sordos y tome la decisión que más crea que le convenga.

viernes, 20 de abril de 2012

Sociedad...


El tabaco estaba por las nubes, pero nadie se atrevía a dejarlo. Escupían maldiciones acerca del precio del mismo, pero luego acudían en masa al estanco más cercano a comprar su dosis diaria de palitos de cáncer mientras se maldecían a sí mismos pensando que nunca iban a abandonar ese condenado hábito.
Les habían subido los impuestos. Gritaban sin cesar, se quejaban de todo, no estaban de acuerdo con las nuevas reformas que decían los gobernadores. Desde el sofá.
Voy a mandarlo todo a la mierda, decían. Me voy a ir de este trabajo, voy a vivir mi propia aventura, con riesgos, vivir el día a día, da igual que no tenga para comer. Dormiré dónde pueda y haré lo que me dé la gana. Pero cuando termine las vacaciones.
Somos esclavos de la sociedad de consumo, ¿no os dais cuenta? Nos controlan como quieren, estamos bailando al son que marcan las grandes multinacionales, ¡abrid los ojos y abandonad el consumo compulsivo! Publicaba en facebook a través de su iPad.
Vive la vida tío, decía. Paz y amor, decía. Aléjate del mundo material y sumérgete en mi fascinante mundo de locura, decía. Mírame, llevo pelo largo, no me afeito, soy todo lo que la sociedad no acepta. (Por lo bajini) Llevo una camisa que vale más que todo tu armario junto, cambio de smartphone cada 3 meses y mi padre me costea las drogas.
Yo estoy muy comprometido con el medio ambiente, apago las luces que no necesito y procuro reciclar siempre, eso sí, las duchas de treinta minutos no me las quita nadie, ¡total, las pago yo!

Saquen sus propias conclusiones.

martes, 17 de abril de 2012

El penalty

Solo tenía una oportunidad. Una oportunidad mientras todos miraban. Miles de personas clavaban sus ojos en él y millones lo hacían desde sus casas. El pobre muchacho de veinte años llamado a ser una estrella mundial era el encargado de lanzar la pena máxima en el fútbol. Era el minuto noventa y si marcaba, su equipo pasaba a la fase final del torneo más prestigioso al que podía optar un fubolista, pero si erraba, quedaba eliminado. Mientras colocaba el balón en su lugar correspondiente echó un vistazo a su alrededor. Podía notar todas y cada una de las miradas que se le echaban encima, y podía sentir lo que decía cada una de ellas, desde frases de ánimo hasta el más impropio de los insultos. ¿De verdad le merecía la pena todo aquello? Si marcaba se llenaría de gloria y seguramente le aguardaría una carrera llena de éxitos, pero si fallaba, siempre sería recordado aquél momento y no sería capaz de soportarlo. Demasiada presión. Retrocede tres pasos. Mira a la portería sin poder concentrarse en lo que está haciendo. ¿Por qué tanta presión? Es un gesto más, pero están en juego tantas cosas, tantas ilusiones, tanto dinero... Recordó entonces lo que le decía su padre: el dinero es una mentira. ¡Cuánta razón! ¡Pero se hace tanto por el dinero! Inspira hondo, ya sabe para dónde chutará. Mientras toma carrerilla recuerda el campo de su abuelo. Allí solitario encontraba siempre a su abuelo, feliz con lo poco que gastaba, feliz con lo poco que tenía. Cada vez que iba a visitarlo aprendía un secreto más de la tierra. Se recordaba a sí mismo muy feliz en el campo, con los animales y las plantas. Con un silencio sepulcral, reconfortante y reprogramador. Un silencio que decía más que mil libros. Se acerca a la pelota y la lanza hacia el lado derecho. El portero se lanza por el otro lado y el balón entra en la portería. No hay tiempo de remontada. Mientras decenas de miles de personas gritan de alegría, en su cara no hay un atisbo de tal emoción. Había tirado a fallar.

lunes, 16 de abril de 2012

El marco sin cuadro


Era un marco incomparable. Cuando lo terminó, no era consciente de su proeza. Era tan bello que dudaba de su perfección, pero todo el que lo veía, admiraba la obra del joven artesano. Realizado en madera de caoba, el marco, que se extendía tres metros a lo alto por cinco metros a lo ancho era todo un lujo al alcance de muy pocos.
A su alrededor se apreciaba un aura de belleza visible por todos y apreciada desde el más pequeño detalle. El joven autor, un chaval de diecinueve años, estaba orgulloso de su obra. Las autoridades representativas de la sociedad encargadas de la información decidieron pues, hacer pública la obra del muchacho. Tras aparecer en los medios de comunicación más significativos, alcanzó una fama a un nivel estratosférico. En todos los lugares la gente conocía la historia del joven que había realizado un marco perfecto.
Unos años más tarde, cuando fue apagándose su llama, alguien le preguntó: 'realmente, ¿cuál era el objetivo de tu obra? ¿Qué tenías pensado albergar en ese marco?'. El joven (que ya no era tan joven) no supo responder, había pasado tanto tiempo viviendo del marco, que se había olvidado de lo realmente importante: la obra que iba a contener. Ahora, sumido en una llama que le resultaba imposible de avivar, se sintió por primera vez solo.

A veces en la vida nos centramos en perfeccionar los detalles que conducen nuestra vida, y nos olvidamos que tenemos un cuadro que pintar. Nunca descuides lo que te va a ayudar a pintar el cuadro, ni descuides a la gente que te va a ayudar a tan ardua tarea. Un gran cuadro puede permanecer sin marco, pero a un gran marco siempre estará vacío sin un cuadro.

jueves, 12 de abril de 2012

Ni idea


¡Cuántas veces hemos deseado decir eso! ¡Mandarlo todo al carajo y decir: ni idea! ¡Qué losa más pesada es el desconocimiento! Y ¡qué costoso es el proceso que nos ayuda a quitárnosla!
El conocimiento no es un invitado que entra y sale de nuestra mente fácilmente. Es un ser al que tenemos que convencer para que se instale de forma perpetua, y nuestra tarea es la de encontrar las claves para que se instale. No es cosa fácil retener conocimientos, y mucho menos llamar su atención, pues el conocimiento es muy orgulloso, y tenemos que insistirle para que nos haga un poco de caso.
¿Por qué entonces tenemos la necesidad de albergar en nuestra mente a tal engendro egocéntrico? La única razón por la que tenemos que albergarlo, es por nuestra condición de ser humano. Necesitamos sentirnos humanos, y para ello debemos ejercitar el órgano por el cual se nos distingue del resto de las bestias: el cerebro.
Es posible que el aprendizaje sea costoso, pero la recompensa de aprender cosas nuevas es mucho más gratificante, siempre que lo que aprendamos sea útil para nuestro día a día.
Es por eso que el pobre post de hoy va dedicado a la gente que se esfuerza por aprender cosas nuevas. Que nunca desesperen, pues la llave que abre la puerta del conocimiento puede confundirse con la de la pereza y la vagancia, pero la recompensa de ambas es tan diferente como los conceptos de día y noche.

martes, 10 de abril de 2012

No encajar


¿Os suena esa sensación? Situación: hay una habitación/sala con gente que no para de hablar o de actuar con sus cosas y tú deberías hacer lo mismo que ellos, lo haces, pero no te sientes bien. Miras a tu alrededor y sientes que todo el mundo está contento con lo que hace o habla, entonces te paras, te callas, y te limitas a escuchar o a pensar en tus cosas. En ese momento miras alrededor de ti. La habitación se hace más pequeña, y tienes la sensación de que quieres salir de ahí como sea, pero no puedes, porque estás obligado a permanecer ahí. Entonces empieza el malestar, la ansiedad, quieres engancharte a la conversación, pero no puedes, porque sientes que no puedes aportar nada que no se haya dicho ya. El resto sigue a lo suyo, sin importarle que tú estés en un rincón sin decir nada, están realizando lo que quieren en ese momento y no van a romper ese climax intentando ayudar a alguien que no quiere participar en su ambiente.
Encajar no debería de ser complicado. No debería ser forzado, así que cuando nos encontremos en una situación similar a la descrita anteriormente, significa que no encajamos en ese sitio, y que quizá deberíamos buscar otro lugar en el que nuestras ideas y nuestros actos se encuentren en su hábitat natural.
¿Debemos por ello rechazar todo lo que no encaje con nosotros? Puede que sea una de las claves de la felicidad, o puede que el hecho de no encajar en un sitio, nos haga valorar más los sitios en los que encajamos. Yo soy más de los que piensan que es una de las claves de la felicidad, debemos encajar socialmente en el día a día de nuestra vida, y dejar para los favores los lugares donde no encajemos: favores a un amigo, pareja, familiares, etc. de manera que no encajando, nos sintamos bien con nosotros mismos.
La búsqueda de la felicidad no ha de ser difícil, y si nos ponemos trabas desde un principio, lo único que haremos será hacerla mucho más complicada.

jueves, 5 de abril de 2012

Aburrimiento

¿Es el aburrimiento una de las peores sensaciones que existen? Si analizamos un poco la sensación de aburrimiento, observamos que hacemos todo lo posible por evitarlo, no así con otras sensaciones. El problema del aburrimiento es que inconscientemente sabemos que estamos perdiendo el tiempo, y no nos gusta. Por eso existen tantas aficiones absurdas, y llenamos nuestro tiempo libre de actividades sin sentido e inventadas, para perder la noción de que estamos tirando el tiempo por la basura. Pero, ¿por qué nos importa tanto aprovechar el tiempo? ¿Por qué no nos tomamos el hecho de que no tengamos nada que hacer como una actividad? Todo sería diferente, ¿verdad? Podríamos pasar una tarde sin hacer otra cosa que respirar y sentirnos perfectamente. Supongo que nos gusta contarle a todo el mundo las cosas que hacemos, para dar envidia, o para generar reconocimiento, tal y como comentaba en uno de mis anteriores posts. Otra explicación es que al ser humano le gusta sentirse útil para el entorno en el que vive. Es más, quiere sentirse destacado dentro de ese mismo entorno, y si está sin hacer nada, evidentemente, no podrá destacar dentro de la mayoría. Una de las posibles salidas que tiene una persona aburrida es hacer un blog de vivencias y ocurrencias, como aquí el que escribe. Práctica recomendable.

miércoles, 4 de abril de 2012

Sobre la confianza


La confianza da asco, o al menos eso es lo que dicen. ¿Hasta qué punto podemos afirmar tal sentencia? Es decir, ¿en qué momento una persona cruza el umbral de la confianza para que consideremos que se ha pasado de la raya?
Podemos analizar un poco el sentido de la confianza, porque si lo pensamos un poco, la culpa de que la frase inicial sea cierta, la tenemos en gran parte nosotros. Dos personas no confían entre ellas si no hay consentimiento mutuo de ambas partes. En el momento en que una de las dos personas quiere dejar de tener confianza, se nota, y es fácil de transmitir al otro sujeto. Siendo las cosas así, ¿por qué continuamos ofreciendo cada vez más confianza? Creo que la razón por la que lo hacemos es porque nos gusta sentir que alguien en quien confiamos, tiene sentimientos recíprocos hacia nuestra persona.
Ahora bien, ¿cuál es el límite? ¿Cuándo nos cansamos de esa confianza? Nos cansamos de la confianza cuando la otra persona cree tener más confianza (valga la redundancia) que la que le hemos dado. Entonces, ¿es posible que el azar pueda jugar en este partido? Puede jugar, y encima lo hace de titular indiscutible, de hecho, una relación (ya se sentimental o de amistad) puede salir bien o mal si coincide que la confianza que se dan entre las dos personas es proporcional y ocasional, es decir, estar en el lugar adecuado y en el momento adecuado. Y eso amigos míos, es azaroso a más no poder.
Dos personas pueden ser los mejores amigos en ciertas circunstancias, y ser los peores enemigos en otro contexto, siendo ambas personas las mismas en todo momento, me explico: dos personas se conocen viendo un partido de fútbol en un bar y cada uno es de un equipo, normalmente se mirarán el uno al otro con desprecio, y puede que lleguen a enfadarse. Sin embargo, en ese mismo bar, pueden coincidir sin aspectos que choquen entre ellos, y crear una relación sólida en la que a pesar que difieran en otros términos, se pueda pasar por alto. Eso es azar.
La confianza da asco. Sí, es posible. Pero a la próxima seguro que sale mejor.

lunes, 2 de abril de 2012

La persona adecuada


¿Cuándo sabes que has encontrado a la persona adecuada? ¿En qué momento dices: vale, he dejado de buscar?
Es verdad que el ser humano es capaz de amar pero, ¿hasta cuándo? ¿Es posible que pensemos que hemos encontrado a la persona adecuada, pero en realidad nos equivoquemos, como seres errantes que somos? ¿Es posible que nuestro cerebro, harto de buscar y no encontrar, acepte a esa persona que pensamos que amamos, pero que en realidad solo es un espejismo de nuestra desesperación?
La respuesta es mucho más simple que la pregunta: cuando de verdad has encontrado, lo sabes. Y punto.
Si eres capaz de en cualquier momento de echar un vistazo a tu lado y nunca arrepentirte, lo sabes. Si en cualquier momento piensas que no te has equivocado, lo sabes. Si te hace sentir cosas que nadie te hace sentir, lo sabes. Si aun tienes mariposas en la barriga cada vez que abrazas, lo sabes. Si cinco minutos son suficientes para alegrarte el día, lo sabes. Si no imaginas la vida con otra persona, lo sabes. Y si lo darías todo sin excepción, por que sea feliz, entonces amig@ lector, lo sabes.
Cualquier atisbo de arrepentimiento es síntoma de que no has encontrado lo que buscabas, es por ello que me reafirmo en decir que cuando has encontrado, lo sabes. Y cuando lo sabes, no tienes la menor de las dudas.