Ya no sé si lo que estoy pensando está bien o está mal. Sinceramente no me importa. Ya no me importa el bien y el mal. Acaban de perder todo su sentido. En realidad, ¿qué es bueno? ¿Qué es malo? ¿Por qué pienso que algo está bien o está mal? ¿Quién fue el primero que acuñó esos términos? ¿Por qué mi mente está entrenada para discernir entre actos?
Me hago estas preguntas constantemente y cada vez el mundo que me rodea pierde más sentido. Al final, toda esta cultura del sentido de la vida es una falacia impuesta para que tengamos esperanzas en algo intangible, algo inventado para que pasemos por la vida con fe. Es triste, pero es lo único que le encuentro sentido.
El sentido de la vida, es que la vida no tiene sentido.
No venimos al mundo por un motivo en concreto, no estamos destinados a hacer nada, todo lo que vemos, todo lo que somos, es fruto de millones de años de azar. Somos un parpadeo en la historia del universo, y hemos creado dioses, explicaciones confusas, y un sinfín de historias para explicar lo inexplicable.
Puede que te estés preguntando: "si lo que dices es cierto, ¿a qué viene esa ambición del ser humano de explicar lo inexplicable? Somos seres racionales, podemos aceptar que algo es inexplicable". Podemos, pero esto es superior, esto es aceptar que vivir no tiene sentido, que ahora mismo estás respirando por nada, que todo lo que llamas vida, algún día se apagará sin que puedas hacer nada para remediarlo. Y eso da miedo. El miedo es la fe. El miedo son tus explicaciones. El miedo es tu dios. El miedo es el bien y el mal, y es la razón por la cual estás respirando.
El miedo es la fuerza más grande del ser humano.