Creo que acabo de estar aquí, no lo recuerdo con total precisión. No soy capaz de asimilar lo que me está ocurriendo. Ahora todo va muy deprisa, como si el orden del tiempo se restableciera. Veo risas, luces, caras que conozco y a su lado, caras que no he visto en mi vida. Todo ello converge en un punto que se pierde en el infinito, una luz que me dice "ven", pero no puedo alcanzarla, y me quedo inmóvil, contemplando la utopía de ser absorbido por lo extramaterial.
Vuelvo a ser yo, vuelvo a mis cabales, pero nada está donde lo dejé. Ahora lo que me rodea es un mundo de angustia e incomodidad. Tengo que salir de aquí lentamente, pero con paso firme, porque cada pisada me hace pensar que voy a caer en el abismo. Miro al suelo y todo es lava. ¡Tengo que escapar de aquí! Intento darle brío a mi huida, pero los tambores de un grupo de esclavos de un barco mercante golpean mi cabeza con fuerza. La mano amiga sobre mi hombro se me hace extraña, no me fío de aquel que me sonríe, así que corro, corro con todas mis fuerzas, pero caigo en una espiral de vergüenza mientras todo mi alrededor no ve la gravedad de lo que sucede y permanece impasible y con una felicidad tétrica.
Me quedo sin fuerzas para luchar, y en ese momento, me rindo. Dejo que los demonios vengan hacia mí y me posean, y es en ese momento cuando descargo la maldad que llevo acumulada y el dolor se hace más intenso, todo se acentúa y siento la peor de las sensaciones. Nada exterior importa, en este momento solo existo yo en el universo. Yo y mis demonios.
Todo ha pasado, se han ido. Vuelvo al mundo real, al mundo en el que sé lo que ocurre, sé lo que pasa, y ¡coño! sé quién eres. Pero déjame descansar, ha sido un día muy duro, y necesito reposo.