lunes, 27 de mayo de 2013

Ay pena, penita pena

¿Qué necesidad tengo? Otra vez vuelvo a escribir. Otra vez a contar penas y me faltan dedos. Decepcionado con la vida. Me hace contar más penas que dedos y así me hago un lío.
Estúpidas penas efímeras que se disuaden con el sonido de una campana. Pero son unas penas muy porculeras. Se empeñan en atormentar mi tranquila cabeza. Supongo que no todo tiene que ir bien en esta vida.
Al parecer, el estado de bienestar propio no es eterno, y cuando el cerebro ve que todo funciona bien durante mucho tiempo, se le activa una alerta de peligro, como diciendo: "oye, que todo está yendo sospechosamente bien, deberías preocuparte un poco por algo, yo que sé, cualquier mierda que se te ocurra, pero dale mucha importancia, como si fuera de vida o muerte". Y no puedes controlarlo, no puedes serenarte, porque tu mente, en este caso, está en contra tuya. Tu asquerosa mente quiere que estés preocupado, como si fuera un mecanismo de defensa ante cualquier peligro real inexistente o futuro. La felicidad no es utópica, pero es antihumana y fugaz.
Vivimos en una sociedad en la cual ser feliz es un estado de alerta. Es sospechoso ser una persona alegre. Estar contento es la antesala de una decepción, de una caída o de un fracaso. Lo aceptamos sin más, pues es lo que nos ha tocado vivir, es el fruto de miles de años de evolución y no podemos hacer nada para cambiarlo, está en nosotros, en lo más profundo de nuestro ADN está escrito que ser feliz es más peligroso que estar alerta. Lo aceptamos como dogma, y nos intentamos convencer a nosotros mismos que es lo correcto. Pero lo único que hemos conseguido con esto es ser presos de nosotros mismos. Nosotros mismos nos encerramos en nuestras cárceles de infelicidad y tiramos la llave, porque dentro de nuestra celda estamos a "salvo".
Pero nunca hemos sido libres. Y nunca conoceremos la libertad. Y eso es tan triste que me estoy empezando a preocupar...


viernes, 10 de mayo de 2013

(Te escribo un relato) Aventuras en el mar

 La lectora Azul y Canela escribe lo siguiente:
Aporto: arena...tequila...limón...pirata...hada
Lugar: océano
:) 
 He tardado un poco en escribirlo, pero ¡espero que te guste!

¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? Intento ponerme en pie, pero estoy demasiado mareado, y ¿estoy en una barca? Miro a mi alrededor y solo veo agua. Agua por todos lados. Debo estar en medio del océano. Maldita sea, ¿cómo he llegado hasta aquí? Me siento e intento buscar algo de agua dulce para calmar mi sed, pero no encuentro botella alguna. Con los codos en las rodillas intento sujetar mi cabeza, que pesa más de lo habitual. Unos destellos iluminan mi mente y me llegan imágenes difusas que pasan a todo trapo: luces de colores, música repetitiva, multitud de gente, humo, tequila, sal, limón, dinero, risas, y vacío. Mucho vacío. ¿Qué cojones hice ayer?
Bueno, tengo que encontrar algo de agua o moriré. Pero qué digo, estoy rodeado de agua, ¡echemos un trago! Decido cargar un poco de agua con las manos y me la llevo a la boca. No sabe tan mal, diría que tiene un sabor a vainilla bastante agradable. La gente no sabe lo que se pierde al no beber de este manantial. Perfecto, ya estoy saciado de agua, ahora la máxima prioridad es buscar tierra firme y averiguar de una vez por todas dónde estoy y cómo llegué hasta aquí.
Busco por la pequeña barca una especie de remo, pero no encuentro nada. Tendré que bajar y empujar nadando... El agua está caliente, y mis piernas están fuertes, así que no hay dificultad en empujar la barca hacia ningún sitio.
Ya han pasado dos horas desde que estoy empujando, y veo un objeto bastante lejano en el horizonte, ¿es posible que sea un barco? ¡Estoy salvado! Mis piernas empiezan a funcionar a máxima potencia y no tardo en llegar cerca del gigantesco barco. Lo suficientemente cerca como para poder contemplarlo por completo y que ellos me contemplen a mí. Se me hace un nudo en el estómago cuando un tripulante me echa el ojo encima y pronuncia un grito ininteligible para mí, pero que no augura nada bueno. Sobre todo cuando miro hacia arriba del barco y veo ondeando en lo más alto: ¡LA BANDERA PIRATA! Debo huir de aquí lo antes posible, pero ya me han capturado. Me meten en una caja llena de arena en la bodega y la cierran con un candado de hierro oxidado. Puedo escucharles hablar en un idioma bastante rudo. Creo que no es ni siquiera un idioma. Yo diría que hablan emitiendo voces fuertes sin sentido alguno. Estoy bastante asustado, no sé qué van a hacer conmigo. ¡Hada madrina! ¡¿Dónde estás?!
"¡Aquí estoy!" Escucho una voz dulce en mi cabeza y me entra el pánico. De repente, la caja se ilumina y aparece una especie de duendecillo con alas adorable que me dice que me concede un deseo. En un alarde de hombría, le pido una espada, para poder luchar contra los piratas. "Deseo concedido". Y ahí me hallo, dentro de la caja llena de arena hasta el cuello con una espada en la mano.
¡Hasta aquí hemos llegado! Haciendo acopio de toda mi fuerza, empiezo a ejercer presión con ambas manos y con las piernas y consigo destrozar la caja en mil pedazos. ¡Se van a enterar esos piratas de quién es el rey del océano!
El primer pirata, alertado por el ruido, baja a comprobar qué ha ocurrido y ahí estoy yo, esperándole con la espada en la mano. ¡Desenfunda bandido! Le doy una estocada magistral y cae al suelo de rodillas vencido. Sigilosamente subo hasta la cubierta, empapado en sangre y con un objetivo muy claro: escapar de allí sano y salvo. Uno a uno van cayendo todos los piratas, ninguno se resiste a mi valentía y al poder de mi espada. Venían de todos los sitios, por babor y por estribor, pero estaba muy motivado, y no tenían nada que hacer contra mí.
Solo quedamos el capitán y yo. Un mano a mano en un duelo que se escribirá en las páginas de la historia. Le mando una mirada helada que lo atraviesa, y me corresponde con un grito que enfriaría cualquier corazón. No se sabe todavía quién da el primer paso hacia la batalla, pero nos encontramos corriendo el uno frente al otro, alzando nuestra espada y de repente....
"¡¡CARIÑOO!! ¡Quieres terminar de bañarte ya! ¡Hace una hora que te metiste con los juguetes de los niños y tengo aquí a los peques esperando para bañarse con sus juguetes! ¿No me digas que te has puesto a jugar con los muñecos?" No mi vida (respondo atemorizado), salgo en seguida.
Salgo de la bañera y mientras me seco, tengo la sensación de haber vivido una nueva historia, una nueva aventura. Digamos, que nunca dejé de ser un niño que soñaba con vencer a los piratas.


martes, 7 de mayo de 2013

El gnomo triste

Esta es la historia del gnomo lento. Es una historia de un gnomo triste. Y este gnomo pequeño estaba triste porque aparte de ser lento, tampoco era fuerte, ni siquiera dos veces más fuerte que tú. Era un gnomo lento, flojo y nunca estaba de buen humor.
Menuda mierda de gnomo, estarás pensando. Pues así era su vida. Mientras que todos los demás gnomos eran mil veces mejores que él, bueno, el pobre se tenía que conformar con no estar muerto. ¡Que viva la vida!
Tuvo una vida triste, apenas podía encontrar trabajo y mucho menos una pareja estable. No tenía familia y vivía de las subvenciones que le daban en el Ayuntamiento de Gnomolandia. Cada segundo era una tortura, y todo por el mismo motivo: no estaba integrado en su sociedad.
Nuestro gnomo vivía en una sociedad cuyos valores eran la fuerza, la velocidad y el buen humor. Tres valores interesantes, pero podrían haber sido otros cualesquiera. Y quizá en otra sociedad, nuestro gnomo podría haber sido feliz. Nunca lo sabremos. Estaba en el peor momento y en el peor sitio. No tenía escapatoria. Estaba condenado a sufrir incluso antes de nacer.
Es curioso como hemos transformado a la humanidad en una sociedad con valores cerrados que es capaz de excluir a ciertos ciudadanos que no cumplen con sus requisitos mínimos sociales. Es más, esta sociedad, crea unas reglas universales que si no son cumplidas, son capaces de privarte de tu libre albedrío sin ningún tipo de tapujo ni remordimiento.
¿Qué es la conciencia? O mejor dicho: ¿quién es la conciencia? ¿Quién crea a la conciencia en nuestras cabezas? Y ¿quién la dota de ideas?
Tenemos un remordimiento artificial al realizar actos que no es natural en nuestra especie. La conciencia es como llevar ropa o conducir un coche. Es un invento que se ha convertido en el pilar básico de la convivencia porque alguien una vez lo decidió así.
Entonces, ¿qué hacemos con el pequeño gnomo? Rezaremos por él y si comete algún acto no permitido, lo encerraremos para siempre. Porque así actúa la conciencia, ¿no?