martes, 12 de junio de 2012

El bar vacío


Y el bar estaba vacío como casi todas las tardes. No había ni un solo cliente para poder atenderle. La crisis se notaba en todos los sectores, sobretodo en el suyo. A lo mejor tendría que renovar su anticuado escaparate de bar clásico de toda la vida. O simplemente tenía que dejarlo. Eran ya muchos los años que había pasado detrás de la barra, ya ni recordaba el día que empezó a trabajar en ello. Echando un vistazo atrás en su vida, vio que nunca había hecho otra cosa que servir cafés, comidas y demás alimentos varios.
Empezó a pensar en coger todo el dinero que tenía ahorrado y cerrar el bar, pedir la jubilación anticipada y disfrutar de sus últimos años, pero ¿qué haría? Se preguntaba a sí mismo. Había sido esclavo de su trabajo toda su vida y no tenía aficiones. Se sentía obligado a mantener el bar si no quería pasarse el resto de su vida aburrido y sin nada que hacer. ¡Qué maldita vida ésta! Clamaba contra el cielo.
De pronto entró un cliente al bar y dijo: "¡Vaya! Todavía sigue abierto, ¡no me lo puedo creer!" Se acercó a la barra y pidió un cortado, corto de café. En un momento de silencio dijo: "Sabe usted, hacía muchos años que no venía a este bar. Hace unos quince años venía por aquí casi todos los días, cuando estaba lleno hasta rebosar. Un día, mientras desayunaba, me percaté de una chica morena, muy guapa y muy atractiva, y me fijé que a partir de ese día empezó a venir aquí también todos los días a la misma hora. Un día, mientras desayunaba sola, decidí acercarme a ella y hablarle. Estuvimos desayunando juntos ese día, y todos los sucesivos. Aquella chica acabó convirtiéndose en mi esposa. Y la amé, la amé muchísimo. Hasta que la semana pasada falleció. Entonces pensé en venir aquí. Justo en el lugar dónde empezó todo, y me ha alegrado mucho ver que todavía sigue para adelante, me ha enseñado que aunque la vida golpee, debemos ser fuertes y aguantar los golpes, levantarnos y poner otra vez la cara para que nos golpee otra vez, y podamos volver a levantarnos. No podemos dejar que nos gane este combate, porque si no, ¿qué nos queda?"
El hombre pagó el café y se fue por donde vino. Nunca más supo nada más de él.

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