martes, 26 de junio de 2012

Sin orden en mi cabeza


Cuando el cielo se pone y por las ventanas veo las estrellas imagino un tren moviéndose a cámara lenta mientras los pasajeros miran estupefactos ante la imponente presencia del viejo cajón de metal escupiendo humo por alguna de sus chimeneas.
Todo lo presenciado no dura más de un minuto, pero parecen horas que pasan en el transcurso del tiempo. Se detiene la paz, se detiene el tiempo y la guerra. Solo queda el consuelo de una noche mágica en la que lo único que pasa es una imagen por la cabeza. Una sola imagen que hace vislumbrar el mundo de otro modo. Por un momento se acabaron las sensaciones y queda el vacío. Un vacío que se disfruta de un modo casi épico. No se oye nada, no sientes nada y apenas puedes respirar, pero es todo tan corto y tan intenso que sientes como recorre tu cuerpo y vuelas, vuelas hasta poder tocar las nubes con los dedos, vuelas hasta que el mundo te parezca insignificante, vuelas hasta que ves lo pequeño que es el ser humano y ríes de lo narcisista que puede llegar a ser una raza tan inferior como la nuestra.
Por un momento sientes que eres totalmente imprescindible para que el mundo siga girando. Solo en ese momento, pero te das cuenta que ese es tu momento, y debes disfrutarlo, porque es tuyo. Nunca en tu vida vas a poder tenerlo más, porque todos somos únicos e imprescindibles, pero solo una vez en la vida nos vamos a percatar de ellos. Un grano de arena en la playa en sí no es nada, pero esa playa sin ese grano... NUNCA será la misma, aunque parezca que lo es.

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