miércoles, 19 de septiembre de 2012

La ardilla y su árbol

La ardilla quiso subirse a su árbol, pero ya no estaba.
Miró a un lado y a otro, pero el lugar donde estaba afincado su árbol favorito se había convertido en puro césped.
¿Y ahora qué hago? Se preguntó a sí misma la pobre ardilla. Allí había dejado sus nueces y semillas de reserva para cuando tuviera hambre, pero ahora todo eso había desaparecido.
Confundida, decidió darse un paseo por el bosque, pero ante tanto árbol, no podía decidir cuál iba a ser su nueva casa. Se subió al primer árbol que vio, pero ya estaba ocupado, igual que los otros árboles que le gustaron. Desesperada, buscó otro árbol para asentarse, pero en los árboles que no estaban ocupados, habían restos de antiguos inquilinos que hacían prácticamente imposible la estancia.
Lejos de amedrentarse, la ardilla dio un paso al frente y le plantó cara a la vida que le había arrebatado su árbol y le dijo que a partir de ahora viviría sin un árbol en el que cobijarse. Ella era más fuerte que el frío, que las tormentas, que la nieve. Y así lo hizo, durante un largo tiempo.
Hasta que un día vio un árbol que estaba solo, y se subió a él. Viendo que era confortable, decidió pasar la noche allí, aunque se juró que solamente sería una noche.
Aquella noche se convirtió en el resto de su vida, y nadie le arrebató lo que tanto se había merecido la pobre ardilla.

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