viernes, 7 de diciembre de 2012

Viernes = Felicidad instantánea

Es viernes. Mola. Noto el Rock&Roll por las venas y me da la vida. ¡Tengo euforia por sangre y siento que me voy a comer el mundo!
En un corto espacio de tiempo cogeré mi coche, enchufaré la radio a tope y gritaré por la carretera, sacando la mano por la ventanilla y mirando a todo el mundo con cara de felicidad.
Con que pocas cosas es uno feliz. Ese pequeño momento de montar en el coche. No hay dinero en el mundo que consiga pagar esa sensación. Creo que simplemente por ese momento vale la pena ir a trabajar. El dinero (dentro de lo obvio), es secundario.
Cuando conduzco la vuelta me siento como un perro que asoma la cabeza por la ventana. Quiero sentir el aire pegando fuerte sobre mi cara, pegando fuerte sobre mi sonrisa. Nada más importa.
¡Qué lástima que solo podamos tener esa sensación los viernes! ¿Por qué el mundo está tan mal hecho? Yo quiero sentirme así todos los días de la semana, los 365 días del año, ¿por qué a mi mente no le sale ser así? Supongo que será porque al final, acabaré acostumbrándome a ser feliz, y sería mi estado natural, con lo cual caería en el aburrimiento y estaría cansado de ser feliz. Qué complicado e idiota es el ser humano, ¿no es así?
De todos modos, las pequeñas dosis de felicidad son la más adecuadas, ya que te hacen apreciar lo realmente importante. Si viviésemos en un estado de felicidad constante, la verdad es que sería aburrido, y podríamos disfrutar de muy pocas cosas, ya que todo sería ideal y perfecto de la muerte. Sin embargo, si la felicidad la racionamos, es lo que la hace especial.
No me hagáis caso, simplemente digo lo que pienso en este momento. Algunas veces he dicho que la felicidad debe ser constante, ahora digo que debe estar racionada. Simplemente son estados de ánimo, no me echéis a los leones todavía por favor. Me quedan muchos días y muchas incoherencias que cometer :)


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