miércoles, 9 de mayo de 2012

Agentes de un mundo utópico


¡Alto ahí! Gritaba. Seguro de sí mismo. Con su placa reluciente sobre el pecho, el responsable del orden y la autoridad no tenía reparos en usar la fuerza para imponer su ley. La ley que le habían dicho que cumpliera a raja tabla.
Con una pistola en su bolsillo trasero se sentía poderoso. Tenía la oportunidad de arrebatarle la vida a quién quisiera solamente por el hecho de no cumplir la ley establecida.
Nunca llegó a comprender la razón por la cual la sociedad estaba en desacuerdo de que él tuviera dicha autoridad. ¡Qué sabrán ellos! ¡Amantes del libertinaje y de romper el orden! ¡Amantes de la lujuria y del desorden público! ¡Amantes del alboroto y rompedores de monotonías! Al ser humano medio le encanta tener una rutina, pensaba él. ¿Para qué necesita un pobre hombre de cuarenta años sentirse vivo? ¿Para qué necesita una persona que lleva treinta años trabajando un cambio en su vida? ¡Era completamente absurdo!
Poco a poco los años pasaron en este pobre infeliz. Dándose cuenta que él mismo no era una figura importante dentro de "su" mundo, si no otra marioneta más, manejada por unos hilos cuyas manos que los mueven están tan altas que son imperceptibles al ojo humano, pero sabes que están ahí. Fue en ese momento cuando se dio cuenta que tanto él, como los alborotadores, estaban en el mismo equipo, y que la razón por la que los hilos seguían moviéndose, era porque estaban remando en sentido inverso. Solo si trabajaran juntos, serían capaces de romper los hilos que les mueven, y por fin, disfrutar de esa utopía que algunos llaman libertad, justicia, o libre albedrío.

Qué lástima que ese día esté tan lejos, como las manos que mueven los hilos...

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