martes, 24 de septiembre de 2013

Esclavos de ayer y hoy

Qué ganas de romper con todo, qué frustración. ¿Qué necesidad tengo de soportar todo esto? ¿Quién soy en realidad? Viajo por este mundo a la deriva, soy un número más de la lista, un elemento prescindible de este gran eslabón sin orden y sin rumbo.
Y mientras todo a mi alrededor se va a la mierda, yo me dejo llevar, aun sabiendo que no quiero mancharme de heces, pero estoy cubierto hasta el cuello y no hago nada para remediarlo. Soy un cobarde en un mundo de mierda.
¡Arriba! No llegues tarde a donde tengas que ir. No se te ocurra quedarte durmiendo. ¡Trabaja! ¡¡TRABAJA!! No seas rebelde, no te salgas de la línea marcada, o caerá el peso de la sociedad sobre ti. Serás tratado de vago, maleante o peor aún: delincuente.
¿En qué se diferencia esta época de nuestros antepasados? ¿No somos igual de esclavos? Han cambiado los eufemismos, pero no la historia. Han cambiado el látigo por palabras como horas extra, paro, subsidio, hipoteca, alquiler, etc, mientras que los mismos de siempre siguen siendo eso, los mismos de siempre.
Disculpad esta pequeña salida de tónica del blog, pero de vez en cuando, uno tiene que pensar que todo esto es una conspiración antifelicidad. Que el mundo ideal existe, solo hay que buscarlo y luchar por él. Siempre hay hueco para un trocito de esperanza, y mientras tanto, como decía Platero y tú: "Yo sigo esperando y se acaban las horas en el mismo sitio donde vuelves tu ahora. Restos de un naufragio que trajeron las olas"


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