jueves, 10 de enero de 2013

Análisis nihilista acerca de la importancia de la gramática en el mundo urbano

¿Dónde andan las palabras sumidas en el miedo de la desconfianza? Cruzan el olimpo del cielo de los impuros mientras los condenados viven eternamente en un murmullo sordo, ahogados en el amargo sabor de la derrota. ¡Arrodillaos pecadores! ¡Habéis faltado a vuestra patria! ¡Solo soy un Dios gramatical que ha venido a combatir con fuerza y hastío a todos aquellos que consientan fallos en mi reino! Los demás dioses no hacen más que reírse a carcajadas de este pobre loco, soñador e impertérrito terrorista de juntar palabras.

Podría continuar con esta mierda, pero ¿para qué? No es el estilo de un servidor ser tan empalagoso, aunque a veces pueda resultar lo contrario. Sinceramente, no sé ni yo lo que he escrito en el párrafo anterior. Pero podría quedar de puta madre decir que he hecho un análisis nihilista acerca de la importancia de la gramática en el mundo urbano.
Escribir no debería ser tan complicado. ¿Acaso es problema del lenguaje? Creo que todos y cada uno de nosotros sentimos cosas. Las mismas cosas. Solo que hay unas personas (escritores) que son capaces de expresar con el lenguaje lo que sienten y otras que simplemente sienten, pero no pueden explicarlo. ¿Dónde está el problema ahí? Es probable que hayan sentimientos muy fuertes guardados en corazones de personas que no sepan expresarlos. ¿Cómo podemos extraerlos? Se antoja una tarea imposible en los tiempos que corren.
Siempre me ha fascinado la idea de poder sentir lo ajeno cuando veo a gente feliz, a gente triste, a gente que disfruta haciendo lo que hace. Me gustaría por un segundo, saber lo que está sintiendo esa persona. Creo que sería uno de los tres deseos que le pediría al genio de la lámpara.
Mientras tanto, tenemos que conformarnos con leer lo que sienten las personas que saber describirlo, o al menos lo intentan...


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