martes, 8 de enero de 2013

Los misterios del corazón

El muchacho no tenía ganas de abrir su corazón. Y por mucho que se lo decían, no quería abrirlo.
Sabía que le ayudarían, pero pasaba hasta el culo. "Esta vez no", se decía a sí mismo.
Al tiempo empezó a verlo todo nublado, no podía pensar con claridad, y las cosas que antes se le daban bien, ahora no podía ni siquiera pensar en realizarlas.
"¿Qué me pasa?" Se repetía una y otra vez. "Esto lo he hecho muchas veces, y siempre bien, ¿por qué ahora no puedo?". La melodía era siempre la misma y el resultado cada vez peor. Hasta que se dio cuenta de una cosa: el corazón no es solo fuente de amores, también es fuente de la inspiración, de la pasión, de las ganas de vivir y del aprendizaje.
El corazón es un órgano muy radical, no atiende a términos medios. Si cierras el corazón al amor, lo cierras por completo al resto de atributos que cuelgan de él. "Pero, " - se decía - " yo no quiero abrir mi corazón, ¿significa eso que nunca voy a encontrar la inspiración?". Su corazón sin inmutarse le respondió: "Cuando estés dispuesto a abrirme al mundo y dejar que saque lo que llevo dentro, entonces hablaremos".
Durante un tiempo, el muchacho hizo caso omiso a las recomendaciones de su corazón, y vagó por el mundo torpemente con más pena que gloria, siendo uno más, un robot más sin sentimientos, que no disfrutaba de los beneficios de abrir el corazón y ser completamente libre de alma y espíritu.
Arrepentido, un día le pidió a su corazón que se abriera, y éste, aunque radical, era tierno y bondadoso. Solo había un problema: que el corazón, como el resto de cosas de este mundo, es terrenal, y envejece y se oxida cuando no se usa. El pobre muchacho tuvo que soportar lo que le quedaba de vida aguantando con un corazón viejo, oxidado y desgastado por NO usarlo.


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