lunes, 21 de enero de 2013

Hoy no me quería levantar

Un aplauso por esos días en los que no te quieres levantar de la cama. Un aplauso por ellos. Malditos días de mierda. Qué ideal sería decirlo y hacerlo. Pero no se puede. Hay que levantarse, y hay que ir a trabajar, estudiar, o lo que sea que haga cada uno. Pero qué bonito sería.
Qué ideal sería poder desconectar durante un tiempo, hasta que todo volviera a la normalidad. Qué ideal sería, pero qué aburrido. La balanza de la vida vuelve a hacer efecto. ¿Diversión a qué precio? Al precio de la estabilidad emocional. Parece demasiado, ¿realmente vale la pena?
Si me aburro porque me aburro, si me divierto porque me divierto. ¿Qué cojones me pasa? ¿Qué cojones nos pasa? Malditos seres inferiores que nunca están conformes con lo que tienen...
Como bien decía Alaska: ¿Dónde está nuestro error sin solución? Qué confusiones. ¿Qué quiero realmente? ¿Es alcanzable? La respuesta sin duda es que: ¡no! ¡No, joder, no! ¿Y por qué la busco? Está completamente fuera de mí. Inalcanzable. Tan cerca y a la vez tan lejos. Qué impresión más extraña. Siento que puedo tocarla con los dedos, pero en realidad, está a kilómetros de mí. Perra vida.
No quiero quejarme, quejarse es de cobardes. Pero ahora soy un cobarde, y necesito quejarme. Necesito gritar sin que nadie me oiga. Pero es tan difícil... pues el sonido del grito traspasa fronteras y alguien acabaría oyéndolo y lo que es peor: enfadarse por el grito. No se dan cuenta que este grito no tiene nada que ver con nadie. Es solo mío. Entonces, ¿por qué se tiene que enfadar nadie? ¿Por qué me importa que alguien se enfade?
Quizá el tiempo me ayude a decidir dónde y cuándo gritar. Intentaré no salpicar mucho cuando esto ocurra...


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