martes, 29 de enero de 2013

Sueños diáfanos

Tengo un sueño. Un sueño que se va de madres. Un sueño que va de placentero a pesadilla.
El sueño es surrealista y me traslada a tiempos pasados en el que lo raro era normal y lo normal era lo raro. Las formas asimétricas y colores chillones son los que dominan un ambiente en el que suena una música rara, que no he escuchado en mi vida. "¡Es la música del nuevo milenio!" gritan los habitantes de este extraño sueño. Tendré que creerles. De repente volvemos a tiempo presente, donde todo se ve más real, pero es más oscuro. Los colores que antes abundaban y me volvían locos los ojos ya no están. Palpo las paredes con incredulidad, todavía no me fío de este lugar y no sé hasta qué punto todo esto es real. Cauteloso, voy midiendo todos mis pasos, este lugar es tan real, que me cuesta hacerme a la idea que es un sueño. "Es un sueño, es un sueño, es un sueño", me repito a mí mismo, siendo consciente de que lo es, pero es que es tan real que ni siquiera me atrevo a pellizcarme. Impaciente, dejo pasar el sueño, esperando algo, fijándome en cada detalle, a la espera de cualquier cosa rara que confirme las sospechas de que estoy en un sueño, y no en una pesadilla consciente.
En un abrir y cerrar los ojos, ya no me encuentro en el sueño. Ahora estoy en la nada, en el vacío, supongo que será lo que me deparará el futuro. No es real, tampoco es imaginario. Es nada, es vacío. Todo está por escribir. Ahora lo entiendo todo. Podemos recordar el pasado y modificarlo a nuestro antojo para odiarlo o idealizarlo. No podemos modificar el presente, pues es fruto de nuestras acciones pasadas, sin embargo, el futuro es blanco, vacío. El futuro es nuestra posesión más valiosa y podemos moldearlo a nuestro antojo para que cuando se convierta en presente, solo nos quede disfrutarlo como el más real de los sueños.


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