Entrar en la oficina. Trabajar ocho horas mirando una pantalla con la motivación por los suelos pensando en lo que harás cuando salgas de ese lugar al que muchos llaman trabajo.
17:30, hora de salir. Coger el coche y ver cómo se hace de noche conforme llegas a tu casa. Intentas correr lo máximo que puedas para poder disfrutar de unos minutos de sol. Darte cuenta que no. Pensar que esto es lo que te espera hasta dentro de unos cuantos meses. Que te entren ganas de llorar al instante. Sabes que no vas a ver el sol hasta que no llegue el fin de semana.
Mis calurosos ojos se han despedido del sol hasta más ver. Que le den al cambio horario y a la estupidez de que se ahorra energía. ¡Maldito país de pandereta!
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