lunes, 12 de noviembre de 2012

Otra oportunidad

¿Cómo es vivir sin un sueño? ¿Cómo es vivir sin una meta a la que llegar? La desmotivación debería ser considerada una enfermedad laboral.
Estamos en pleno siglo XXI, y yo, pues no tengo nada a lo que aspirar. Quizás trozos sueltos de aquello que llaman gustos y hobbies, pero ni rastro de una cima que escalar. Tengo minimontañas que se trepan de forma fácil.
Por otro lado, veo las montañas de los demás, y siento envidia de la gente que tiene claro quién es y qué es lo que quiere conseguir en la vida. No importa cuán alta sea su montaña, de un modo o de otro, terminará siendo escalada si realmente es lo que deseas.
El problema de escalar montañas altas es que tienes que estar completamente seguro de lo que estás escalando, de lo contrario, dar media vuelta implicaría perder una cantidad de tiempo y esfuerzo bastante considerable.
Creo que mi problema es ese. Quiero escalar muchas altas montañas, y el hecho de decantarme por alguna, traería consigo el dejar de lado el resto de montañas, al menos durante un tiempo, y siendo humano como soy, extrañaría lo que no tengo, y no sería feliz habiendo tomado esa decisión.
Ayer, escuchando al gran Eduard Punset, dijo que el comportamiento humano a la hora de valorar las decisiones que tomamos es: valorar primero las diferentes opciones y después tomar una decisión, pero en realidad lo que nos hace valorar si hemos tomado una decisión correcta es justo el caso contrario, tomar una decisión, y después valorar las diferentes opciones, pues no podemos saber exactamente lo que valorar si primeramente no hemos probado lo que estamos valorando. Puso un ejemplo bastante práctico y aclaratorio: a la hora de elegir un coche, primero valoramos los posibles coches que nos gustan y luego elegimos. Y no sabemos si hemos tomado la decisión correcta hasta que no probamos dicho coche y afirmamos con total certeza que hemos elegido bien.
Pues ahora mismo me encuentro en la misma tesitura que el párrafo anterior, solo que hace tiempo que tomé una decisión, y creo que me equivoqué. Solo estoy pidiéndole a la vida una segunda oportunidad, que por una vez en mi existencia en la tierra, la santa madre suerte me guíe y me dé un poco de apoyo. Solo estoy pidiendo la ración de suerte que me toca, por favor.


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